17.11.08

El hilo negro



Carlos López Degregori
El hilo negro
Borrador editores, 2008
91 pp.



AMENAZA FANTASMA

1
Carlos López Degregori (Lima, 1952), autor de algunos poemarios notables como Cielo forzado, Aquí descansa nadie o Flama y respiración, entrega ahora El hilo negro, un poemario nuevo hecho a partir de sus poemas en prosa (una forma poética, por cierto, kilométricamente alejada de lo pomposo y vacío de la prosa poética) con el que López pretende seguir transportando al lector a los mismos parajes desolados en los que se construye su obra, esta vez con una cara novedosa, distinta, más aterradora que nunca.

2
Uno abre El hilo negro y es recibido de entrada por un breve texto que en realidad es una advertencia para su lectura: en tres movimientos, López explica la transformación de la veintena de poemas viejos en algo completamente nuevo y autónomo. Así, la clave del libro es su estructura: el nuevo orden de los textos es todo un hallazgo y le basta al autor para construir una aventura poética totalmente nueva para el lector. Porque El hilo negro no es una “antología de sus poemas en prosa”. O sí lo es, pero hablar de simple reunión de poemas sería reducirlo a su costado más inofensivo. Más interesante es considerar el libro como un nuevo poemario –porque, efectivamente, lo es–; y, a partir de ello, aún más interesante es prestar atención a sus posibilidades narrativas e intentar leerlo como un relato, un dramático relato de terror hecho de poemas de amor y perdición.

3
El libro se divide en tres secciones en los que únicamente sobreviven episodios claves de lo relatado. En “Voces”, la primera sección del libro, los poemas se organizan a partir de desconocidas voces ambulantes que, como una encantadora amenaza o una dulce fatalidad, aparecen de pronto frente al hablante para comunicarle algo y/o generar alguna experiencia que al final terminará por afectarlo decisivamente: “Alguien viene a tu habitación esta noche y te dice al oído: levántate, he venido para llevarte”.

4
La segunda sección, “La piedra en la cabeza”, alude desde luego a la imaginaria piedra de la locura, cuya “extracción” era una operación frecuente en la Edad Media. Dicho concepto, trabajado por igual por pintores medievales como El Bosco y por poetas contemporáneas como Alejandra Pizarnik, es tomado por López como referencia para vincularlo con las lógicas no racionales y con las formas de enajenamiento originadas por la escritura y/o por el amor: “Repito, Aldana, tu amoroso nombre de amor que habrá de perderme”. Así, la trama del relato avanza y entonces es posible comprobar que, en primera instancia, la falta de contacto físico no es obstáculo para la enajenación amorosa del hablante/personaje; al menos hasta que llegue el momento en que se origine el quiebre y, por oscuros designios, la combinación de pasión amorosa y contacto físico desencadene esa especie de locura que solo concluirá con la destrucción del ser amado: “Lo primero es la pasión, repetí. Porque llega un día en que el mar exige un sacrificio. Tienes que afrontarlo. Tenderte en un hotel y esperar que la marea llegue hasta la cama. Cerrar definitivamente la mano en el cuello amoroso. Extraer la piedra que brilla en la cabeza”.

5
De ese modo, la sección final, “Cruces de la carretera”, resulta la consecuencia trágica de lo anterior y representa la decadencia última a la que arriba aquel para quien lo vivido y lo imaginado se funden en ese presente marchito del condenado a un pasado horrendo y demencial, de fantasmagóricas sombras femeninas, que lo perseguirá para siempre: “Nunca he podido recordarla con exactitud. En mi memoria suele cambiar de rostros y vestidos y solo su cuello helado permanece. Tampoco sé por qué lo hice. Supongo que todos vivimos persiguiendo un fulgor y cuando al fin tropezamos con él sencillamente enloquecemos”. Adicionalmente y en relación con lo anterior, se alude al “encuentro” con personas muertas que alguna vez pudieron significar algo a lo largo del camino o del proceso.

6
La estructura tripartita del poemario (o del relato) traza con ello su propia dirección: una historia esencial labrada a partir de imágenes extremas, cuya narratividad acumula símbolos y exploraciones metafísicas que completan la trama y la complejizan. López Degregori factura, así, uno de sus libros más potentes valiéndose del énfasis en la estructura, en la continuidad del hálito de misterio como efecto de una(s) trama(s) escindida(s), como un proceso episódico de constantes amenazas a las vidas alucinadas y perdidas que habitan ese pueblo fantasma en que se ha convertido su obra poética.



(Publicado previamente en Porta 9)

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