18.5.08

La ficción es un gas raro



Carmen Ollé. Retrato de mujer sin familia ante una copa. Peisa, 2007. 142 pág.

1
Lo primero que uno confirma al abrir Retrato de mujer sin familia ante una copa es la presencia de ese tono autobiográfico que parece anunciar el título y que es ya una marca de la autora. En este libro la protagonista, que es Ollé o puede ser Ollé, ejercita la memoria y se observa a sí misma en diversos momentos de su vida. Ello matizado con referencias precisas a contextos difíciles, situaciones, lugares o individuos que llegaron a formar parte de su entorno. Por supuesto, los mejores momentos del libro se encuentran en esa tensión provocada entre la vida íntima de la protagonista, literaria, repleta de sueños y deseos, frente al caos, a la violencia de la vida que late afuera, a ese “ruido” inquietante de la realidad social que la protagonista recuerda haber sentido como ajena y extraña en sus años de juventud y que en la evocación va asumiéndose a otro nivel. Pero el libro va más allá de la simple intención autobiográfica.

2
Inicialmente uno puede sentirse aturdido por la recurrente mención de la narradora a autores, citas y/o cuestiones literarias que llegan a entorpecer la lectura. Sin embargo, a medida que uno se adentra en el libro, paradójicamente éstas se tornan necesarias para el lector al reconocerlas como parte constitutiva de la visión de mundo de la narradora, como elementos que contribuyen a enriquecer su discurso. Observamos cómo amplía las referencias literarias a saberes científicos, artísticos e incluso comunes, y entonces comprendemos que Ollé —por medio de una prosa rica en matices— intenta combinar lo racional y lo emocional, el nervio y la elegancia, la audacia y la sabiduría, el humor y la poesía. Y lo consigue. Pero todo ello no es sino un medio para arribar a algo.

3
Leer el libro como una autobiografía a la que se ha sumado unas cuantas piezas de ficción al final es hacer una lectura equivocada. No se trata en modo alguno de un intento de autobiografismo puro. El carácter hibrido del texto no es gratuito. La constante del libro es la indagación de cómo la verdad, principio de todo texto biográfico, puede verse ‘contaminada’ por la ficción: Carmen Ollé es una atenta lectora de narrativa contemporánea y es plenamente consciente de las posibilidades de la ficción frente a conceptos como verdad y realidad. Ollé reflexiona, se cuestiona y echa mano de diversos procedimientos para alimentar la idea de que finalmente la realidad y la ficción están tan estrechamente ligadas que no se puede evitar recordar, re-crear el mundo de memoria sin recurrir a la ficción, a la literatura, ese gas raro que se confunde con el aire que respiramos en la realidad. De ese modo vemos que, si en teoría la protagonista busca servirse de la memoria, es decir de lo vivido, al final en el saco entra todo: lo leído, lo escrito, lo imaginado, lo soñado. La vida propia tanto como las vidas de los otros. La ficción infestándolo todo. Visto así, Retrato de mujer sin familia ante una copa puede ser un relato construido sobre la idea de la imposibilidad de plasmar una autobiografía pura: la copa a la que alude el título está rota y solo queda el intento de mirar la realidad a través de los distintos pedazos de cristal dispersos.

4
El libro es algo irregular e incluye textos que bien podrían haberse obviado. Ciertamente. Pero más que atender a los errores, yo prefiero referirme aquí a una cuestión de fondo. Una escritora con el oficio de Ollé podría entregar a la imprenta una novelita convencional e inofensiva al año con la que conseguiría mantenerse siempre en la ‘cresta de la ola’. ¿Por qué no lo hace? That’s the question. Y aplaudo el gesto. Porque a estas alturas y con una obra reconocida a cuestas, resulta realmente estimable en Ollé la capacidad de riesgo, de no tener miedo a mezclar a partir de sus obsesiones temáticas de siempre; esa ambición de intentar superarse a sí misma. En el peculiar escenario de la literatura peruana, donde la mayoría de las veces pareciera que la mediocridad o el conformismo fuese la consigna, Carmen Ollé, escribiendo con lentitud y conciencia artística en alerta, simplemente se hace cada vez más indispensable.



(Porta9)
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